Un sueño donde están mis abuelos, mi familia. Mi hermana me habla de que tenemos que ir a algún lugar. Llueve. Nos acostamos en una cama gigante y no entiendo el porqué. De repente me encuentro cerca a mi trabajo, camino por allí con un hombre que aún no conozco, de repente entiendo que es mi pareja, entramos a la casa que no recuerdo que fuera suya y me muestra todo, me muestra cada esquina, como asegurandose de que la vea bien. El tipo cojea un poco, se sienta en la cama, me mira y me dice en palabras que ya no recuerdo y con un acento extranjero que ya no quiere huir más, que su vida está acá y que sabe que yo tengo la mía pero que si lo quisiera podríamos compartir la vida juntos, que sabe que es pronto pero que se lo ha preguntado a sí mismo mil veces y sabe que lo que siente es real. Yo digo que sí, obvio sí. Me voy corriendo al patio que parece una mini selva, subo unas escaleras y veo a unos amigos que tampoco conozco, un chico y una chica. Lo hago todo en camara lenta, doy vueltas y vueltas antes de lanzarme al agua. Me lanzo sin pensarlo con los ojos cerrados y caigo en lo profundo de un remolino, en el sueño sé que es un sueño y que este es mi escape así que me dejo llevar por la oscuridad y aparezco sentada en una charla con Marcela Benjumea que está contando una historia sobre cómo perdió a su hijo. No quiero estar ahí, no entiendo si ella está actuando o si es ella en verdad. Me digo: ya escapé, ya me puedo despertar.
Como es usual, me sueño con amores de la vida que no conozco. Me dien compromiso y siempre busco la manera de escapar. Hasta en los sueños me voy. De pronto en esta vida no hay amor de la vida, o el amor de la vida soy yo.
Vuelvo a soñar después de meses de no poder recordar los sueños. Anoche fue 13 de junio.
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