Te pienso con repudio, con odio.
Pienso en todas las palabras que dijiste, que no eran reales. Que no hiciste reales.
Pienso en todas las ideas que ideaste de ti. Fuiste un ideal, eres una mentira.
Te creí. Cada vez pensé que sería diferente. Cada vez que supe que me manipulabas lo pasé por alto, porque todos tenemos defectos, nadie es perfecto. Fingiste entender, fingiste cambiar, tu mente decía una cosa pero tu corazón hacía otra. Siempre dijiste volver, pero siempre me olvidaste.
Soy libre de ti, porque ya no te creo. Ya no espero. Ya no hay nada que debas recordar.
Soy libre porque nunca estuviste aquí por mí, en ti solo cabes tú. Seré libre aún si vuelves, porque el peso de tus cadenas lo corroen el tiempo y mi odio, y mi perdón a medias.
Te fuiste y fingiste nunca haberte ido, hasta que te saqué. Te cerré las puertas y furiosa me encerré en lo único que tuve para mí. Fui sola yo por mucho tiempo. La soledad se convirtió en una jaula adornada de flores, y aunque encerrada siempre estuve segura.
No sé si he logrado salir de allí. No sé si solo logro mover mi jaula lo más cerca que puedo de las compañías. Puedo contarlo todo sentada, allí, en calma, en llanto, en ira, en alegría, pero nunca sé si alguna vez salí de allí. Me armé de la certeza inamovible de que solo yo me curo y me sano. Mi ego es pesado y displicente y no admite opiniones porque solo yo vivo aquí encerrada.
Algo tendrá que cambiar.
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