La conversación se acabó y acordamos no hablar más de ello.
Pero cada que hacíamos el amor, sentía en su interior una especie de ira, y una especie de goce con la ira, y un deseo profundo de que las pastillas por un momento dejaran de funcionar, que si tal vez me penetraba más hondo y con más fuerza, entonces, más posible sería fecundarme. Y cuando lo entendí lloré de rabia, porque cuando hablamos sentía que lo aceptaba, pero luego recordé que todo aquello que no se acepta se resigna, y todo lo que se resigna se reprime, y cuando uno reprime solo oprime y no deja fluir, y cuando las cosas no fluyen se desbordan, de alguna forma, y a veces no nos damos cuenta en qué forma, y me di cuenta que las formas de él son así, físicas y sudorosas, y apasionadas y crueles, y vengativas y dolorosas, y sobre todo, inconscientes.
No le quise dar una charla sobre eso, tampoco lo quise excusar. Pero dejé que cuando hiciéramos el amor su ira escondida arremetiera contra mi cuerpo como una embestida, y cuando veía en sus ojos la desesperación y la confusión de no saber por qué hacerme daño de repente era tan placentero, y cómo su cuerpo le pedía en un impulso que llegase más hondo para ver si así querría tener hijos, me empezó a gustar. Me gustó que escondiera en mis entrañas los miedos del pasado, de no ser aquello que esperaba ser para ese momento de su vida, de no cumplir o no redimir su infancia frustrada, de morir solo, de haberme escogido a mi, que ni siquiera en sus deseos más profundos le dejo en paz, porque le sé leer con paciencia y le permito hacerme daño, y le permito purgar su culpa y así mismo limpiar en ello todo lo que no le permito ser.
Pero cada que hacíamos el amor, sentía en su interior una especie de ira, y una especie de goce con la ira, y un deseo profundo de que las pastillas por un momento dejaran de funcionar, que si tal vez me penetraba más hondo y con más fuerza, entonces, más posible sería fecundarme. Y cuando lo entendí lloré de rabia, porque cuando hablamos sentía que lo aceptaba, pero luego recordé que todo aquello que no se acepta se resigna, y todo lo que se resigna se reprime, y cuando uno reprime solo oprime y no deja fluir, y cuando las cosas no fluyen se desbordan, de alguna forma, y a veces no nos damos cuenta en qué forma, y me di cuenta que las formas de él son así, físicas y sudorosas, y apasionadas y crueles, y vengativas y dolorosas, y sobre todo, inconscientes.
No le quise dar una charla sobre eso, tampoco lo quise excusar. Pero dejé que cuando hiciéramos el amor su ira escondida arremetiera contra mi cuerpo como una embestida, y cuando veía en sus ojos la desesperación y la confusión de no saber por qué hacerme daño de repente era tan placentero, y cómo su cuerpo le pedía en un impulso que llegase más hondo para ver si así querría tener hijos, me empezó a gustar. Me gustó que escondiera en mis entrañas los miedos del pasado, de no ser aquello que esperaba ser para ese momento de su vida, de no cumplir o no redimir su infancia frustrada, de morir solo, de haberme escogido a mi, que ni siquiera en sus deseos más profundos le dejo en paz, porque le sé leer con paciencia y le permito hacerme daño, y le permito purgar su culpa y así mismo limpiar en ello todo lo que no le permito ser.
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