Auto recordatorio de que soy, porque somos.
Hoy me permito guardar en el archivo fotográfico la memoria de los nombres de quienes me han sostenido.
Las celebraciones a la vida implican, por defecto y aunque nos falte consciencia de ello, celebrar que no estamos muertos. Agradecer y agradecer en conjunto con quienes nos rodean, que su presencia confirma de alguna forma nuestra existencia, no sólo porque nos han visto atravesar la vida durante el tiempo pasado, sino porque muchas de sus partes las han tenido que vivir con nosotros, unos más de cerca, otros más de lejos, al tiempo que viven su propia vida.
Cuando mis amigos se casaron fui testigo; de su compromiso, de su vida.
Celebrar mi cumpleaños es traer a todos mis testigos a reír, bailar y cantar, porque aunque en los últimos días no sentí la necesidad de celebrar, o no tuve las ganas, o tuve miedo, o simplemente mucha tristeza; ellos pudieron confirmar más allá de mi experiencia, que sigo viva. Que a pesar de haber pasado tal vez el año más duro de mi vida, yo seguí. Seguí, a mi tiempo, en mis formas; fui feliz y triste; y descubrí en el duelo de celebrar la muerte de mis personas favoritas, emociones nuevas, formas de amar nuevas, energía, fuerza y debilidad de lugares desconocidos de mi cuerpo y mi alma. Me conocí. Más, a fondo, de largo y ancho y alto. Sentí y hablé y lloré y reí, y ellos, todos, fueron testigos de mis cambios. Escucharon, callaron, dijeron, rieron, lloraron, conmigo, por mi, para mi.
Mi vida fue en sus vidas, y por eso sigo viva. Nunca estuve sola aún cuando quise. Y cada pequeño acto de cuidado me sostuvo y me hizo sentir amada y valiosa. Digna y pertinente, a un lugar, a una lengua, a unos rituales y a unas personas. Pertenecí, y entonces, viví.
Pertenezco, y entonces, vivo, y Soy, porque Somos.
¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias!
Comentarios
Publicar un comentario