Ir al contenido principal

Te fuiste

Me miraste sentado al otro lado del sofá mientras leía, noté tus ojos aguados. Te pregunté si estabas bien, me dijiste "me gusta verte ahí sentada", y yo te dije "a mi me gusta verte ahí sentado".

No te arrepientas de no haberme alzado cuando me fuiste a conocer de bebé, porque lo hiciste muchas otras veces más. 

Tu amor me alzó muchas veces, sin cansancio. Y fui feliz a tu lado incontables veces. 

Te fuiste escuchando Tchaikovsky, dirigiendo tu banda sonora de despedida. La misma canción que le tarareé a mi abuelita cuando me pidió que bailara.

No te quejaste, o te quejaste tan poco, que aún sabiendo que te ibas a ir fue una sorpresa que lo hicieras, o al menos así. Hasta el ultimo momento nos dijiste que estabas bien. Te paraste, caminaste, hablaste lo poco que podías. Sabíamos que te ibas y tu también, el cuándo nunca se sabe. 

Por primera y última vez te llevamos a la cama ayudándote. Tus piernas ya débiles flaquearon y tuve que abrazarte para sostenerte. Qué abrazo más fuerte, gracias por permitirme estar ahí para ti. Te acostamos en la cama, tomaste posición fetal y nos pediste que nos fueramos. Mi mamá y yo lloramos a tu lado, te dimos las gracias por todo y te dijimos que te fueras en paz a encontrarte con Fifí. Te dije que te extrañaría tanto como a ella, pero que sabía que allá estarías mejor y que desde allí nos cuidarían a todos.

Yo me quedé afuera inquieta, y cuando dejé de escuchar tu resuello me acerqué a la habitación. Conté los segundos de cada bocanada de aire que tomabas agotado. Primero pasaron 3, luego 5, luego 10, luego 15, luego 20, luego 30. En medio del agobio cayó un diluvio estruendoso que a penas me dejaba oir mis pensamientos. Fueron 3 veces 30 y a la cuarta dejé de contar, porque ya te habías ido. Te dije que te amaba y que te perdonaba por todo, y que te fueras en paz. 

Gracias, 

gracias, 

gracias por tanto. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Me fui para volver

Me fui... pensando que nunca volvería, pero al mismo tiempo pensando en que precisamente por pensar así, volvería, y así fue. Tenía 21 años cuando decidí irme a vivir a Múnich, Alemania como Au Pair. Llevaba años queriendo hacerlo pero mis planes allá no eran muy claros, inicialmente quise viajar por el mundo aprendiendo idiomas y cuidando niños, lo cual en  su momento de verdad me gustaba mucho, pero en mi imaginario de lo que tenía que hacer para lograr alcanzar eso, pensaba que necesitaba antes que nada: mucho dinero. Me concentré en trabajar y ahorrar para poder pagar una agencia que me guiara en el proceso y me contactara con quienes serían me familia de acogida. Hacer eso me tomó más tiempo del que esperaba y cuando por fin logré pagar una agencia, me estafaron; pagué al rededor de 1200 dólares para hacer todo el proceso, el cual incluía cursos de alemán básico para pasar el examen que se necesita para la visa, todo para que después de 6 meses dijeran que mi contrato se hab...

El tercer desencantamiento

La evolución, el capitalismo y el ego. Yo diría que hay un cuarto: el feminismo. Pero ese no es el tema. Recuerdo una charla con una chica de Filosofía. Me dijo que la filosofía solo quiere conquistar, irrumpir, destruir a las ideas contrincantes. La ciencia de la sabiduría parece no ser muy auto reflexiva, o más bien muy ética. Parece no querer coexistir con nadie, siempre el origen, siempre la ciencia pura, siempre la madre o el padre. Siempre los hombres detrás de las ideas que interpretan, explican o comprenden. Ahora que lo veo así, podría decir que no hay mucha diferencia entre evolución, capitalismo y ego. Todas acumulan, todas se aferran sin saber que se adaptan, todas luchando por coexistir con los otros pedazos de versión de humanidad, o de humanidad en conjunto. El ego podría ser la acumulación de experiencias, de memorias, de historia. Una evolución que enfocada en teoría de la acumulación reproduce a un ser humano que aferrado a su pasado se justifica en su present...

Venceremos

Me siento inmune, lo soy. Al virus, al sufrimiento, al paro.  No paro de pensar en él. Es tal vez de las pocas cosas para las que no estoy dormida, inocua, débil.  Me sobran las ganas de estar con él, de saber de él, de verlo bien. Feliz, chistoso, seguro, él. Él, que a 5 horas de conocernos me dijo que no sabía porqué, pero de repente quería verme mucho, y tal vez que ya nunca me fuera de su lado. Él que aún cuando intento escribir con ira sobre todas las otras cosas que suceden además de él, siempre es la primera o la última frase, cualquiera de las dos de vital importancia. Me siento dormida, llevada, traída.  Hoy estaba en la marcha feminista. Una niña de 17 años se suicidó luego de haber sido violada por 4 policías en una estación. Ni siquiera eso me duele. No me duele porque sé que seguramente eso fue lo mejor que pudo hacer. Porque sé que estar allí es vivir una película de terror eterna. Nunca se borra. A veces la pasas más rápido, a veces más lento. A veces duele...