Me dije muchas cosas todo este tiempo. Me dije, o me dijeron.
En los pensamientos de la noche que en estos días revueltos interrumpen mi sueño, recuerdo y develo como epifanías los mensajes que ya he escuchado alguna vez desde que este viaje empezó.
"Nada, repito, nada va a ser igual después de esto."
"Ya no volverás a ser la misma"
Sí que lo buscaba, de alguna forma. Que algo se rompiera, que algo explotara, que algo en definitiva, cambiara.
Que cambiara irremediable e imponentemente para obligarme a cambiar a mí. Que cambiara para no tener otra opción más que inventarme de nuevo. Morir, y nacer de nuevo. Vivir, y sentir que la vida se me está acabando, para buscar otra vida y entonces, volver a vivir.
Te fuiste, y te llevaste contigo, o me llevaste a mi... todas esas ganas de empezar de nuevo, porque cómo pretender que la vida sea la misma sin ti aquí. Cómo resignificar las paredes que habitaste, el suelo que pisaste, los paisajes que miraste. Es posible pero es más dificíl y doloroso, tratar de amoldar los recuerdos que te guardan en un lugar que simplemente se siente vacío con tu ausencia.
Gracias, entonces, por habernos obligado a cambiar, así, tan repentina y rápidamente, tan eficazmente, como tú.
Gracias por habernos dejado en la inquietud de no saber qué hacer con nuestros planes, para tener que confiar y simplemente continuar.
Gracias, por haber partido mi tiempo y espacio en dos; en un antes y un después de ti.
Hoy que vuelvo a adentrarme en lo que era mi normalidad, me despierto con dolor pero con fuerza, queriendo romper con la comodidad, queriendo rehacerme en mis propósitos y deseos, cuestionando desde el ejemplo que dejaste, a donde quiero ir en esta vida que por más que parezca una sola, tendré la oportunidad de vivir una y otra vez de mil maneras, hasta que te vuelva a encontrar.
¡A morir, y a vivir, con tu fuego que renace siempre de las cenizas, y vuela, y quema cada vez más alto al surgir!
Fénix.
Comentarios
Publicar un comentario