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Señora Isabel

Señora Isabel.

Isabel, es el nombre de una hermana de mi abuelita. Isabela era una de mis amigas más cercanas. Isabella son dos de mis primas. 

La señora Isabel es mi abuelita, mi mamá, mi tía, mi hermana, mis amigas, y yo. La señora Isabel es una mujer que somos todas. 

Ella tiene 50 años, pero parece tener los mismos dilemas que yo me encargo de enredar en mi cabeza. Tal vez ella no se parece a mi, pero yo me parezco a ella. No estudiamos, somos románticas de manera empedernida, amorosas, amamos y amamos, tratamos de entender, con amor. Finalmente nos hemos tenido que escoger a nosotras mismas. 

Ella tiene razón, yo he tenido suerte. Las preguntas que se hace a sus 50 años, yo he tenido la oportunidad de hacérmelas desde muy joven. Saber quién soy, qué quiero, a dónde voy... son tanto un orgullo como un martirio. Mi mayor cualidad y mi mayor defecto. Ser tan consciente de mi existencia, que no quiero escapar de su ciclo. A veces me quiero morir, y a veces quiero vivir como nunca antes. 

En cualquiera de los casos soy consciente que no dejo de existir solo por mi perspectiva sobre su comodidad, o falta de ella. 

Señora Isabel: ojalá su recuerdo me quede para siempre grabado en la cabeza. Sus preguntas se repitan en mi mente como una brújula, o una oración, o un mantra. Ojalá que todas las mujeres de su época que hayan querido ser como usted, lo hayan logrado, o al menos que lo sigan intentando.

Señora Isabel, su novela salió en el año 1994, mi hermana ya llevaba un año de vida haciendo a mi abuela, abuela primeriza. Cuando su novela salió, mi abuela tenía 51 años de edad, y toda una vida por delante. Estamos en el año 2024, 30 años después de que salió el primer capítulo. El año pasado usted acababa de participar en el reencauche de su novela, y justo a finales, a mi abuela le estaban diagnosticando un tumor. 

Así se van cerrando los ciclos señora Isabel. Usted, en la ficción, se hizo las preguntas correctas que la llevaron a escoger su libertad. Si su personaje viviera, tal vez estaría feliz con su Miguel Ángel, Miguelito y sus nietos, viviendo su segunda vida, su segunda oportunidad de ser feliz; mi abuela en cambio escogió el camino de su hermana Rosario. Decidió ignorar las preguntas, aún cuando irónicamente ella si tuvo una carrera. Que al menos le quede eso de consuelo, que tener una carrera no significa saber qué se va a hacer con la vida, toda la vida. 

Sepa que jamás he conocido una mujer más corajuda que mi abuela. En mi infancia, ella me acordaba más a su mamá, doña Julia Emma. Con un carácter fuerte, regia, implacable, aunque por dentro escondiera lo que muchos años después vine a conocer como la ternura más profunda y apacible, como la suya, una que alguna vez en una carta de cumpleaños me escribió algo que perfectamente habría podido ser parte de su libreto "El corazón que ama, siempre será joven". Esa mujer y sus dos vidas, nunca pudieron separarse de su deber. Ella se siguió reconociendo a sí misma como "la señora De", porque creía que eso le daba prestigio, pero la verdad es que yo estoy convencida que es en ese único miedo que nunca pudo superar, donde se originó el miedo y el arrepentimiento con el que ahora cargo yo, de no querer perderla, de no haber sabido apreciarla más, de no haberla entendido antes para poderle dar toda mi compasión y entonces comprenderla y amarla, y hacerle sentir que no estaba sola, que nunca iba a estarlo, que siempre me tendría, tal vez allí habría sido capaz de prometerle que nunca me iría de su lado, de jurarle lo que no me creo capaz de jurarle a nadie nunca, que voy a estar con ella para siempre y que siempre la voy a amar, porque así es. 

Ojalá, señora Isabel, ojalá la hubiera conocido a usted a tiempo y no hace un mes, para podérsela haber presentado a mi abuela antes, y haberla podido convencer de que ella sola era más que suficiente, como Miguel Ángel a usted. Ojalá hubiera alcanzado a enamorarla de ella misma, de su fuerza, su espíritu, su extrema inteligencia y certeza. Aún no se ha muerto, no, aún es todas y cada una de las cualidades con las que la romantizo, pero en la historia de mi novela me gusta imaginar que haber hecho a mi abuela una mujer libre, le habría dado muchos más años para compartir con nosotros, para quererla, para decirle que la amamos. 

Ya sé, ya sé señora Isabel; Que todavía tengo mucho tiempo para decirle todas esas cosas, que no debería ni siquiera escribir sobre su muerte. Que debería simplemente aprovechar, todo el tiempo que me queda para estar con ella y decírselo todo cada vez que pueda. 

La realidad es que todo está en mi imaginación, la causa, los porqués, lo que hubiera podido ser. Tal vez y más bien seguramente, ella siempre fue consciente de absolutamente todo. Sus decisiones, sus consecuencias, sus sacrificios y su amor. Tal vez ella lo hizo todo con y por amor, y ese fue el camino que eligió. El perdón, la reconciliación y la comprensión. Tal vez ella sabía que el precio sería caro e igual, con su coraje lo asumió sin ninguna falta. Tal vez yo esté muy equivocada y su amor no haya sido por él, sino por todos nosotros. Tal vez debería dejar de intentar definirla o arreglarla, y simplemente debería hacer lo que ella me ha enseñado a hacer toda la vida, a amar, amar y amar. 

Sin preguntas, con fuerza y asumiendo todas las consecuencias. 

Gracias, señora Isabel, por recordarme que mi abuela sigue siendo una mujer, y que sin importar su edad, ella sigue siendo por siempre de ella misma.

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