Todo el tiempo.
Hoy hace un año estaba en Debora de Luca con Rick. Recuerdo sentir la ansiedad de pensar en cómo vestirme, qué zapatos ponerme, cómo sentir que hago parte y al mismo tiempo no, como entre la música, mis pasos, mi pinta, mi ser -soy de ahí pero soy inalcanzable, especial, auténtica.
La chaqueta de drill aguamarina con rayas de cebra moradas, el vestido negro pegado, cortilargo, los tenis color crema que no combinaban, las medias veladas. Mi cabello era largo, aún tenía el tinte rubio-miel.
Ahora soy la yo de un año después, y como siempre, me siento tan niña, tan inexperta cuando miro a esa época en la que parecía más un intento de oficinista que una oficinista. Aún le hacía la guerra a la normalidad con los colores, aún quería resaltar, aún pretendía no querer ser mirada para ser mirada siempre. Aún hoy soy un poco de esa.
Me cuestiono entonces, qué parte de mi necesitaba tanto la atención, y por qué. Por qué tan sexualizada y autosexualizada? Por qué vivir aterrorizada con la idea de que la gente, los hombres especialmente, solo se interesan en el sexo y solo viven sexualizandome, y vivir con miedo porque algunos tomen lo que quieren a la fuerza, si al final yo misma también lo creía.
Más allá de quien tiene la culpa, este cuerpo es mío, su imagen, sus sensaciones, sus experiencias. Todo lo que guarda y lo que busca, es mío. Todo este tiempo me vi, tal vez porque me vieron, como un accesorio del sexo. De todas las botellas de champú en el mercado, yo quería ser la orgánica, cítrica, no todo el mundo la ve, no es para todo el mundo, pero es exclusiva, cara, tiene un mensaje importante para el mundo: que no se esperan que todo lo que hay aquí dentro les va a cambiar la vida, que me van a tener solo una vez y tal vez nunca más.
Ahora que vivo en un lugar donde no soy vista tanto por eso que muestro, si no (ojalá) por otras cosas, me he preocupado menos por sentirme especial. Aquí todas las personas son especiales. Todas las personas vienen de un lugar diferente, tienen pieles diferentes, pelos diferentes, ropa diferente. Cada persona resalta en su infinita normalidad. O tal vez me traje a un lugar donde eternamente seré especial porque no soy de aquí, y con eso basta.
Ya no soy tanto el cuerpo, o el envase, o el líquido. Soy vista de otras formas, soy querida por otras cosas. Ya no tengo que comprobarme constantemente, ni competir en una selva de presas por el próximo depredador que me coma.
Es un proceso aún así. A veces casi que le ruego a mi novio que me de un cumplido por como me veo, no porque él no me vea linda, o porque yo no me sienta linda, sino porque necesito validarme a través de sus ojos. A veces me cuesta alejarme de la sensación que si no soy ese envase lindo y llamativo, entonces no soy nada.
A veces me cuesta entender por qué de repente me siento tan poco amada, así de repente, sin más. Nadie me critica, nadie me dice nada malo, nadie se me acerca porque paso todo el tiempo en casa, pero yo me siento así, inválida, indigna. Aprendí tanto y tan bien que si nadie me deseaba o me elogiaba, no tenía espacio en el mundo, que ahora que coexisto con personas que tienen mejores cosas que hacer que concentrarse en el próximo tipo de champú que van a comprar, me tengo que explicar que es que aquí nadie está compitiendo, que aquí todos caben, todas cabemos.
Ya no tienes que resaltar Cami, ya no tienes que buscar con quien vas a hacer el match perfecto que te desee hasta no querer a nadie más. No eres una cebra con manchas ni una vaca con rayas, eres tú y con eso basta.
Así vamos, en el cambio.
Comentarios
Publicar un comentario