Otro 13 pasó. Era viernes 13. La última vez que me hablaste fue el 13 del mes anterior. No te quise responder más.
Todo parece haber sido dolor dentro de lo que escribo de tí, porque nunca llegué a disfrutarte del todo. Me costaba aceptar que lo bueno fuera tanto y que al mismo tiempo fuera nada. Que solo se sintiera, pero a duras penas lo pudiese agarrar con mis manos, o escucharlo, o verlo. Que me hicieras reír genuinamente, que me hicieras desear verte con muchas ganas y no irme nunca si el tiempo nos hubiese dado. Me mostraste cosas que tal vez nunca nadie me había mostrado de sí mismo. Me abrazaste todas las veces que lloré y en tu abrazo agarré, y escuché, y sentí y vi todo lo que me faltaba. Eran raras las veces que lo hacías, pero cuando lo hacías todo lo que pensaba se desvanecía; así me desarmabas. A veces lo odiaba y a veces lo amaba porque era exactamente lo que necesitaba, poder desarmarme por un segundo, poder dejar atrás la máscara de vida que me construí; las responsabilidades, los pasados, los pesos... la adultez. En ese momento mi cuerpo flotaba en tus brazos y nada lo podía arruinar.
Me rehusé todo este tiempo a mirar ese espacio que hasta ahora había dejado ignorado, pero intacto. Me cuesta aún entenderlo todo. La ira me permite odiarte, porque es lo que quiero, porque aún no entiendo cómo a pesar de que todo fue tan corto nada fue efímero, todo se sintió profundo y hondo, y ahí está, y me ha costado sacarlo y enfrentarlo y aceptar que en medio de todas las cosas feas que sentí y que me aseguré de decirte, no te dije que todo el resto estaba bien. No te recordé que me gustaste desde el primer momento, no te dije que me hacías feliz, que me hacías falta cuando no estabas, que quería quererte mucho, que eras solidario y no sólo egoísta, que me fascinaba que te pintaras las uñas y pintártelas... habría podido pasar así todas las tardes contigo. No te dije cuánto me gustaban tus cejas y tus manos, ni cómo me encantaba la contradicción entre tu pose de chico rudo y la manera tierna en que me acariciabas. No creo haberte dicho nunca que entendía... la rabia, lo de tu papá, lo de tu mamá, que admiraba tu forma de querer a tu hermana y de consentir a Junior (por cierto, lo extraño a pesar de todo lo que implica quererlo como es jaja). No te dije todo lo que debí haber dicho en vez de pensar en todo lo que me podía hacer daño o simplemente fastidiar. Pero lo más importante es que no te dije que te quise mucho más de lo que esperaba, porque no lo esperaba, ni en ese momento, ni de mi, ni de ti. Tal vez te amé, estoy segura que te amé, si no no dolería tanto. Y escribo esto y aún no entiendo... cómo, cuándo, porqué. Empezó y terminó. Me llenaste y me vaciaste. No lo tomes tan denso como suena. Te amé en el sentido de poder entenderte completo y quererte así, pero no al punto de querer asumir las consecuencias de eso. Aún soy egoísta, aún tengo mucho que aprender, aún quisiera de repente no entenderte para simplemente juzgarte de malo y de mala persona, pero no es así.
Gracias por haberme permitido conocerte hasta donde me dejaste -que sé que fue mucho más de lo que tal vez esperabas. Perdón por no haberlo visto allí y por haberlo subestimado. Gracias por haberme enseñado tanto de mi también. Ojalá al menos nos hayamos dejado mejores de lo que éramos.
Comentarios
Publicar un comentario