Ir al contenido principal

Fui

La casa cruje. La vida cambia.

Hace cuatro meses era una, tenía todo claro. Hasta las incertidumbres.

Hace cuatro meses muchas cosas se tornaron diferentes. Perdí personas, gané otras. Perdí un espacio y gané otro. 

Aún voy a casa de mi mamá y me comporto como si fuera la mía. Tomo las cosas con propiedad. Camino sin dudar. Respiro sin parar. Canto sin pensar. Duermo en una cama que no es mía y esa es, tal vez, la única señal de que ya no pertenezco allí.

Me doy duro porque de repente todas las cosas nuevas parecen ser una carga. Me arrepiento, me avergüenzo, me culpo. Todas las cosas que salieron mal con él me agobian. 

Me agobia pensar que ya nunca volverá a sentir las ganas de ser cursi. De decirme cosas que yo no habría dicho en ese momento pensando que tal vez era muy rápido. Él quiso ser una persona que yo no sabía que le había costado tanto ser. Y lo maté. 

Todas las cosas que salieron mal con él, salieron mal con ellas, con muchas personas. Ya no quiero ser así, pero me cuesta encontrar otras formas.

Landslide suena y se pregunta "Can I sail through the changing, ocean tides? Can I handle the seasons, of my life? -Mhm, I don't know." Mhm. Mhm. I don't know. 

No sé si pueda porque el momento no ha terminado de pasar. Porque no sé cuánto tiempo de mi vida voy a estar acá, viviendo, creciendo, existiendo en la adultez. 

Poco a poco voy buscando y entendiendo de que va todo esto. Voy despidiendo a la niña que tuvo que aferrarse a sí misma porque no tenía a nadie más, o porque no recuerda haberlo tenido. Voy dándome látigo para sentir que soy real, que me duele, que no merezco nada. Voy llorando todas las noches desde hace unas semanas porque me veo débil y tonta, incapaz y fugaz. Efímera, vana, corta, falaz. 

Me siento abierta desde hace unos meses, algo perdida. Parte de las cosas buenas que aprendí a ser la construí al rededor de ellas. Parte de la niña que entendió que no había que morirse para estar bien, se hizo al rededor del amor incondicional de ellas. Ya no están. 

Ya no están.

Se fueron y es probable que no vuelvan. Se fue y es probable que no vuelva. 

Aún no estoy lista para abrazarme con amor y decirme que no fue mi culpa haberme hecho así. Que puedo cambiar. Que no toda yo soy mala. Que no puedo decir con 100% de certeza que el pésimo concepto en el que me tengo ahora mismo es verdad. Nada es por completo cierto. No hay certeza de nada. 

Hoy solo quiero llorar y llorar y sentir pesar por mi indeleble tristeza. Hoy solo quiero hundirme y ahogarme y de pronto morirme. Sentir en la carne el dolor. Vomitar y vomitar y tener tan solo mil excusas más. Para evadirme, para ignorarme, para no sentirme. Olvidarme.

No estoy lista para despedirme de la única forma que tengo de ser, la que me protegió todo este tiempo del dolor. La que aprendió a fumarse las penas en medidas sanas de todas las drogas para luego comprobarse una vez más, que inclusive con ellas, podía ser sin ellas.

Tengo que dejarla ir. Ya no tengo que ser ella. No sé como ser sin ella. 



Comentarios

Entradas populares de este blog

Venceremos

Me siento inmune, lo soy. Al virus, al sufrimiento, al paro.  No paro de pensar en él. Es tal vez de las pocas cosas para las que no estoy dormida, inocua, débil.  Me sobran las ganas de estar con él, de saber de él, de verlo bien. Feliz, chistoso, seguro, él. Él, que a 5 horas de conocernos me dijo que no sabía porqué, pero de repente quería verme mucho, y tal vez que ya nunca me fuera de su lado. Él que aún cuando intento escribir con ira sobre todas las otras cosas que suceden además de él, siempre es la primera o la última frase, cualquiera de las dos de vital importancia. Me siento dormida, llevada, traída.  Hoy estaba en la marcha feminista. Una niña de 17 años se suicidó luego de haber sido violada por 4 policías en una estación. Ni siquiera eso me duele. No me duele porque sé que seguramente eso fue lo mejor que pudo hacer. Porque sé que estar allí es vivir una película de terror eterna. Nunca se borra. A veces la pasas más rápido, a veces más lento. A veces duele mucho, a vece

Adán

 Hace rato no vengo aquí, o no lo recuerdo, como ultimamente. Cada vez que vengo hago una releída de cosas. A veces me sorprendo, a veces me decepciono. Hoy me doy cuenta que me gusta mucho escribir sobre dolor, a veces alegría o esperanza. No sé si sobre ti.  Me encanta hablar de primeras veces. Hacer las sensaciones y las emociones especiales "nunca había sentido esto". Y sí, cada una es especial a su manera, pero esta vez, muy como el objetivo de lo que vengo a decir pero con mi marca de especialidad: eres la primera vez.  Eres el principio de algo que no sé si seguirá contigo, aunque ojalá. Has sido testigo y colaborador de mi adultez. Has sido diferente, similar también. El cariño y como se siente el cariño, lo puedo recordar de otros lugares, de otras personas. El amor, así como éste que tu me has dado, también he tenido parecidos uno o dos tal vez, pero nada como el resto de ti.  Tu calma, tu paciencia, tu comprensión, tu persistencia. Nunca las había tenido antes.  Vo

Infancia

Estar con personas demasiado tiempo -sin importar la cantidad- a veces me abruma.  Mi "demasiado" a veces puede ser poco en realidad.  Me pregunto el origen de ello y recuerdo crecer en soledad, no en una mala soledad necesariamente, sino en la soledad acompañada de libros, música, lluvia, soles, muñecas y miradas al techo eternas, a veces hasta dormir. Recuerdo despertar siempre muy temprano. Temprano tipo a las 6 a.m. Nadie más estaba despierto a esa hora, sobre todo cuando estaba de vacaciones y me llevaban a pasar un tiempo con mis tíos o tías. A veces salía a la montañita de la casa a consentir a los perros o a los conejos; a veces intentaba entrarme a la casa del árbol aunque supiera que Jose la había dejado con llave; a veces tomaba algún cuento aburrido y lo leía y lo leía sin entender nada, mi mente siempre interrumpida por el hambre o por imágenes que las palabras vistas me hacían fantasear. Aprendí a hacerme el desayuno desde muy pequeña, porque ya incomodaba ir a