Tu forma de amar es patriarcal. Eres un esclavista de emociones. Quieres que te den amor pero no quieres hacer el mínimo esfuerzo por cultivar la tierra sobre la que se labran los beneficios de las relaciones amorosas. Eres un digno hijo del capital. Maximizas tu benificio y minimizas tus costos. Las mujeres son motines de guerra, trofeos, colecciones y diplomas de conquista. No te es posible amar, no sabes cómo. Vives sentado en tus privilegios, jactándote de saber muchísimo sobre la realidad social, ¿Para qué? ¿De qué te sirve penetrar el conocimiento y dominar los axiomas de la ciencia que simplemente reproduces sin el mínimo reflejo de autodeconstrucción? ¿Para qué intervenirte si así eres perfecto? Todo lo otro es lo que está mal, es el mundo el que te hizo así, eres un niño eterno, censurado, alienado, inútil. Eres herramienta del producto perfecto de la era del uso y el desuso. Hombre-máquina, generas una demanda que no estás dispuesto a suplir en ninguna parte del ciclo. Tu mercado de emociones se limita a la tranza de felicidades. No estás dispuesto a recoger los desechos de tu siembra, solo buscas gastar a consumo final. Irónicamente te consideras propietario, más bien heredero. Y lo eres... de tierras, de egoísmos, de iras, de faltas, de tristezas. Esclavizas porque eres esclavo del pasado que te encerró en la coraza del individuo. Primero tú, segundo tú, tercero tú. No produces nada y el mundo material te castiga por ello, mientras tu te alivianas en la excusa de la producción de conocimiento. Esclavo de tu propio invento. No habrá Estado ni mamá que te garantice la vida eterna. Parásito que finge autonomía, hipócrita hijito burgués de un proletario. Nada nunca te sacará de tu fantasía violenta, único lugar donde puedes extenderte sin los límites de la moralidad. Ve, sigue haciendo lo que te gusta, sueña con la muerte, mata con palabras, con silencios, con armas de mentiras. Ve y descarga tu ser en la única respuesta y compañía que encontraste a la peor decepción de tu vida. Ve y permítete ser tu ideal únicamente bajo la deshinibición... de las emociones, de la realidad, del espacio, del tiempo, de la vida. No seas nada más, no cambies, sé tú, siempre.
Me siento inmune, lo soy. Al virus, al sufrimiento, al paro. No paro de pensar en él. Es tal vez de las pocas cosas para las que no estoy dormida, inocua, débil. Me sobran las ganas de estar con él, de saber de él, de verlo bien. Feliz, chistoso, seguro, él. Él, que a 5 horas de conocernos me dijo que no sabía porqué, pero de repente quería verme mucho, y tal vez que ya nunca me fuera de su lado. Él que aún cuando intento escribir con ira sobre todas las otras cosas que suceden además de él, siempre es la primera o la última frase, cualquiera de las dos de vital importancia. Me siento dormida, llevada, traída. Hoy estaba en la marcha feminista. Una niña de 17 años se suicidó luego de haber sido violada por 4 policías en una estación. Ni siquiera eso me duele. No me duele porque sé que seguramente eso fue lo mejor que pudo hacer. Porque sé que estar allí es vivir una película de terror eterna. Nunca se borra. A veces la pasas más rápido, a veces más lento. A veces duele mucho, a vece
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