El amor duele.
Mata, pesa, ahoga, juzga, patea, encierra, esfuma. Es tan fuerte que es un estrago, un mar picado, una montaña rocosa, una cortada con papel, o una lluvia acidulenta de ciudad. Se tiene que hacer de a dos. Y cuando se hace de a dos se siente como esperanza, de que todo lo horrible que puede ser, no es.
Agotaste mi compasión, mi esperanza. Te di con pureza todo lo que pude de mi, y nunca fue suficiente. Siempre quisiste más. Siempre vacío, siempre solitario, siempre independiente a regañadientes. Te vas porque no soportas no saber qué hacer con el presente. Huyes de todo porque crees que el error son los otros, pero nunca te puedes alejar lo suficiente de ti mismo. Tratas de olvidarte en el camino, en las montañas, en las conversaciones interesantes con la gente. En las botellas de aguardiente y ron. En los humos y los polvos de lo que quepa por los pulmones, entre más rápido penetre en la sangre, mejor. Huyes pero nunca puedes escapar de ti mismo. Escondes recuerdos bajo las nuevas memorias que por un momento te distraen del pasado, pero el pasado vuelve a ti, y lo peor de todo es que no cambia, porque lo repites una y otra, y otra vez. Y serás por siempre víctima de la victimicidad, porque aunque quieras acabar el sentimiento, te gusta señalar con los dedos. Te gusta ponerle rostros al dolor. Pero el dolor no tiene rostro. La ira no tiene espacio. La culpa tampoco. Todas entran y beben de ti, mientras tú bebes de ellas. Agotas la alegría y las palabras como si fueran arena, simple arena. Al momento en que no te sientes contento te sientes triste, abrumado o solo, y solo quieres que pare, solo quieres que todo deje de dar vueltas, hallar la razón en algo, coger algún rumbo, que el cielo de repente bote sus respuestas sobre ti para tú solo tener que hacer caso, y si es el caso fallar en hacer eso... demostrarte una vez más que nunca es suficiente, que nada de lo que pides te llenará, porque te hicieron vacío, te dieron nombre y cuerpo, y en todo lo que te dieron, te quitaron el resto, y todo lo que crees no ser, te falta, pero eres todo y serás siempre todo: lo que quieres y lo que no.
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