Ir al contenido principal

Ma:

Estoy brava con ella. No la puedo ni mirar. Sé que si sigo ignorándola poco a poco empezaremos a estallar.
Tal vez la he romantizado. Tal vez ya no hay nada que hacer... o al menos no con respecto a mi. Ya no me escogió, nunca lo hizo.
Un mes largo de hablar con un imbécil y lo único que puede imaginarse es su vida de mierda de mantenida en Estados Unidos con un hombre que no conoce pero que parece buena gente. Podría ser alcohólico, un obeso inmundo también. No sabemos. Literalmente no sabemos nada del tipo y ella aún así prefiere fantasear con eso que escoger la vida digna y sola que siempre habría podido llevar de aceptarse como es. Pero las faltas se las pone uno también, y es en esa medida equiparablemente infeliz. Entre más te pongas metas y entre más lejos de ti las pongas, menos posible es conseguirlas y más fácil es decepcionarse... así es mi mamá: eternamente decepcionada. Necesidades autocreadas o cocreadas en conjunto con su colombianidad, y su feminidad, y su maternidad, y sus 50 años, y su carrera profesional.
Cree ser todo eso pero no se siente nada. Y qué tristeza: que todo lo que uno pueda ser se encuentre afuera de uno, a veces, tan lejos de uno, tan inalcanzable, tan insaciable. Me pregunto qué la haría feliz... y es que creo que nada, porque no sabe ni qué quiere. Se imagina con él y tal vez un perro o un gato, pero se imagina odiando algo de él a la vez, tal vez su simpleza, (como me lo ha dicho ya) tal vez su hipotético alcoholismo, tal vez que no le guste lo que a ella le gusta, tal vez simplemente se canse y vuelva, y se encuentre de nuevo resignada al fracaso de no saberse a sí misma porque todo lo que puede ser está fuera de ella; y qué tristeza.

No sé aún si vale la pena la discusión mortal que podría potencialmente dejarme sin casa, todo para luego saber que en su fragilidad buscará refugio en él y seguramente lo tendrá, y en medio de todo solo habré fortalecido su debilidad. No sé si dejarla creerse el cuento.
Hoy se levantó resentida por lo que le dije ayer y lo sentí y me resentí. Me siento de vuelta en el pasado. Yo ignorándola y ella tratando de esquivar mis balas. No sé si dejarla ser feliz, también, lejos de mi. Porque nada de lo que dije antes es una certeza y puede que todo salga bien y que el tipo no sea un impostor, y que no sea obeso, ni alcohólico, ni simple... aun cuando ella ya me lo haya dicho.
Puede que sea feliz siendo mantenida y con un perro o un gato, y que la vida se le alargue más allá de los 70, cuando dice que quiere morir. Y entonces no me habrá escogido, como siempre. Y habrá estado bien porque yo tampoco la escogeré en algunos años, y querré estar sola un tiempo, o irme de aquí tal vez, no sé. Pero sería muy egoísta no dejarla intentarlo. ¿Verdad?.

Qué difícil es volver a pensarme sola, y bueno no sola, pero completamente independiente. Qué difícil es volver a cortar el cordón, justo cuando a penas me acostumbraba a depender de nuevo.
Qué niñada, qué bobada. Tengo que crecer... otra vez.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Venceremos

Me siento inmune, lo soy. Al virus, al sufrimiento, al paro.  No paro de pensar en él. Es tal vez de las pocas cosas para las que no estoy dormida, inocua, débil.  Me sobran las ganas de estar con él, de saber de él, de verlo bien. Feliz, chistoso, seguro, él. Él, que a 5 horas de conocernos me dijo que no sabía porqué, pero de repente quería verme mucho, y tal vez que ya nunca me fuera de su lado. Él que aún cuando intento escribir con ira sobre todas las otras cosas que suceden además de él, siempre es la primera o la última frase, cualquiera de las dos de vital importancia. Me siento dormida, llevada, traída.  Hoy estaba en la marcha feminista. Una niña de 17 años se suicidó luego de haber sido violada por 4 policías en una estación. Ni siquiera eso me duele. No me duele porque sé que seguramente eso fue lo mejor que pudo hacer. Porque sé que estar allí es vivir una película de terror eterna. Nunca se borra. A veces la pasas más rápido, a veces más lento. A veces duele mucho, a vece

Adán

 Hace rato no vengo aquí, o no lo recuerdo, como ultimamente. Cada vez que vengo hago una releída de cosas. A veces me sorprendo, a veces me decepciono. Hoy me doy cuenta que me gusta mucho escribir sobre dolor, a veces alegría o esperanza. No sé si sobre ti.  Me encanta hablar de primeras veces. Hacer las sensaciones y las emociones especiales "nunca había sentido esto". Y sí, cada una es especial a su manera, pero esta vez, muy como el objetivo de lo que vengo a decir pero con mi marca de especialidad: eres la primera vez.  Eres el principio de algo que no sé si seguirá contigo, aunque ojalá. Has sido testigo y colaborador de mi adultez. Has sido diferente, similar también. El cariño y como se siente el cariño, lo puedo recordar de otros lugares, de otras personas. El amor, así como éste que tu me has dado, también he tenido parecidos uno o dos tal vez, pero nada como el resto de ti.  Tu calma, tu paciencia, tu comprensión, tu persistencia. Nunca las había tenido antes.  Vo

Infancia

Estar con personas demasiado tiempo -sin importar la cantidad- a veces me abruma.  Mi "demasiado" a veces puede ser poco en realidad.  Me pregunto el origen de ello y recuerdo crecer en soledad, no en una mala soledad necesariamente, sino en la soledad acompañada de libros, música, lluvia, soles, muñecas y miradas al techo eternas, a veces hasta dormir. Recuerdo despertar siempre muy temprano. Temprano tipo a las 6 a.m. Nadie más estaba despierto a esa hora, sobre todo cuando estaba de vacaciones y me llevaban a pasar un tiempo con mis tíos o tías. A veces salía a la montañita de la casa a consentir a los perros o a los conejos; a veces intentaba entrarme a la casa del árbol aunque supiera que Jose la había dejado con llave; a veces tomaba algún cuento aburrido y lo leía y lo leía sin entender nada, mi mente siempre interrumpida por el hambre o por imágenes que las palabras vistas me hacían fantasear. Aprendí a hacerme el desayuno desde muy pequeña, porque ya incomodaba ir a