Últimamente pienso bastante en la idea de las ideas.
Qué son, qué representan.
He tenido muchas ideas, también.
He pensado que tal vez empiezo a entender la obsesión de la generación de mi mamá con las cámaras y las fotos. Estas pruebas de algo, estas imágenes de una idea.
Lo empiezo a entender, por fin, porque he empezado a olvidar. El otro día olvidé la contraseña de mi tarjeta del banco, me olvido de las compras, de lo que dice la gente, de lo que tengo que hacer en el trabajo. Me olvido de historias que me cuenta mi novio, mis amigos, lo que pasa en las películas, en las series. Las canciones tienen que ser orgásmicas para lograr quedarse en mi cabeza como cuando tenía 13 años, o repetirse como 100 veces sin parar.
Me olvido poco a poco de memorias de la vida, de la gente que alguna vez me importó. Me olvido, tal vez, porque estoy muy llena de mi, porque todo ese espacio lo preciso dedicar a entender por qué me olvido de tanto, si mi memoria era tan buena. Tal vez me olvido porque tal vez ya casi no me importan las cosas. Tal vez me olvido porque estoy lejos.
-Qué curioso, que hasta ahora sigo diciendo que me olvido, mas no que lo olvido. Tal vez me estoy olvidando, realmente -de mi. Tal vez el castellano de mi novio se ha logrado recluir discreto en mi manera de expresarme. Tal vez ambas.
He tenido también el pensamiento de que al final todo son ideas, y que simplemente entre más crea en una idea, más me voy a adaptar a ella. Esto es especialmente difícil -o tal vez fácil- para mi porque me considero una persona altamente sugestionable. Algunas personas lo definen como hipersensibilidad, otras como emocionales, otras como débiles. Yo las considero todas, pero le agrego fuertes, a veces también.
Es difícil ser así porque creer en una idea no me cuesta casi nada -esa es la única parte fácil, tal vez-. Si me imagino por unos segundos que alguien que amo muere, lloro con facilidad, mi mandíbula se aprieta, mis latidos se aceleran, entro en un estado químico de profundo dolor. Puedo imaginarme estados como estos o reproducirlos de mis memorias, que es casi lo mismo. Puedo sentir lo que sentí allí, vivo, viva, en la piel erizada, en el nudo en la garganta, en las manos encalambradas. Si me dejo llevar me puede consumir un día entero, pero si tengo cosas que la realidad exige priorizar, vuelvo a mi en segundos. En segundos maté a toda mi familia en un trágico accidente automovilístico. En segundos la recuperé y volví a trabajar en las diapositivas para la presentación de mañana.
Ser así trae consigo olas insoportables de dolor basado en ideas, pero así mismo, ser así me ha salvado de momentos en que la realidad demandaba tragedia. Curiosamente, allí, en el caos, yo soy calma. Cuando todo lo que está a mi alrededor parece arder en llamas insaciables, yo dejo de ser mi fuego incontrolado, ese que me creí y me hicieron creer que soy, y de repente soy agua, aire, tierra. Dejo fluir todas las sensaciones y las emociones se hacen a un lado, puedo verlo todo con claridad y agarrar en un segundo las riendas del destino.
Tal vez solo el fuego apaga al fuego. Tal vez yo no soy eso que dicen y simplemente aprendí de los momentos dolorosos, que todo pasa, y que en las crisis cada segundo cuenta, cada palabra vale, cada detalle es importante, y por eso hay que estar fría y atenta para pensar bien.
Todo son ideas.
Tal vez mi entorno era tan inestable que esa se convirtió en mi estabilidad. Y ahora que estoy realmente estable, me siento fuera de lugar, intranquila, incompleta, exacerbada por el aburrimiento o lo que es vivir sin preocupaciones. Creyendo que no me aman porque no me necesitan para apagar sus incendios. Buscando razones para quemar hasta las raíces todo lo que se me da, solo para poder soplarlo al viento y decidir con certeza que una vez más, como el fénix, tengo que renacer.
Ya no quiero ser más fuego si este es el costo. Aunque no creo que lo sea. No soy nada, soy todo.
Puedo ser todo, puedo arder y hacer arder y sanar y sanarme. Puedo cambiar y hacer cambiar, y hacer quedar y quedarme. Quiero quedarme aquí, donde todo está bien menos yo. Quiero acostumbrarme a esta vida que en algún momento solo fue una idea. Quiero poder amar sin miedo a la rutina, al engaño, o al desamor. Quiero poder vivir todo esto que se me dio porque puedo.
Soy fuego, y renaceré en el aire, o en la tierra, o en el agua, cuantas veces necesite, y seré feliz. Y me haré a la idea, me haré la idea, me haré idea, seré idea.
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