Llanto inútil, arrepentido. Lloro porque el libro que estoy leyendo me hace pensar en el pasado. Lloro porque narré con voz sutil la despedida trágica de mis abuelos en silencio, mientras ignoraba en la vida real a mi abuelita y la obligaba a subirse a jugar Mahjong al computador, mientras todos en silencio esperábamos que fuera la hora de irme para sentirnos tristes y aguar los ojos, y decirnos que nos queríamos en vez de querernos en el momento en el que nos hablábamos, y no ignorarnos, y no fingir, tanto que somos todos demasiado independientes y fríos como para pasar los últimos momentos unidos, como también estúpidos y crueles, porque nos dábamos cuenta siempre después, y arrepentidos nos sentábamos a escribir sobre el pasado que pudo ser, de tan sólo haber dejado a un lado el egoísmo aprendido desde la niñez. Los eternamente arrepentidos. Mi familia había vivido y transmitido como culto, tal vez producto del trauma de las malas rachas económicas, que había que hacerse plata, buen...